El 23 de Septiembre de 2016 a las 14:55 nació mi hijo Guillem. Un parto muy salvaje y muy respetado, en mi casa, el lugar que escogí desde la libertad y para mi, el lugar más seguro e íntimo para parir.

Desde que me quedé embarazada tenía muy claro que quería parir en casa, tenía mis dudas y miedos pero en cualquier situación se tienen. Los miedos son naturales y te ayudan a tomar decisiones y a avanzar. Yo tenía miedos pero lo tenía muy claro. Mi mayor miedo era no dilatar y tener que acudir al hospital. Así que, por si acaso, en el hospital tenían mi plan de parto y ya me conocían.

Escoger matrona fue fácil para mi, tenía una alumna de yoga prenatal que era matrona y asistía partos en casa, Teresa Huelga. Desde el principio conectamos y tuve muy claro que quería que ella me acompañara. Teresa estaba en proceso de cambio con su equipo de matronas y finalmente pidió a Sonia Velez que la acompañara, para mi fue un regalo ya que a Sonia la conocía de un curso que había hecho embarazada de yoga y habíamos estado muy conectadas también durante toda la formación. Fue un regalo tenerlas a las dos, dos mujeres que me transmitieron tranquilidad en todo momento, que no intervinieron más que en lo justo y necesario y que me acompañaron en silencio y con un respeto abismal.

El día 22 de septiembre por la tarde mi pareja me dijo que nos fuésemos a viveros a pasear y nos fuimos, al llegar allí empecé a notar algo raro en Jordi que miraba y parecía que buscaba algo y de repente vi a todas mis amigas y amigos allí, con un mantel y mucha comida, en modo picnic, me habían preparado una sorpresa. Me dió mucha alegría verles y comimos muy rico y tomamos una tarta de chocolate, una en concreto que adoro. Pasamos una tarde maravillosa de risas, charlas, comilona de la rica y sana que a mi me gusta, la tarde perfecta para subir a un buen nivel la carga de oxitocina.

 

La oxitocina es la llamada hormona del amor y aumenta entre otras cosas con el contacto físico, con el afecto, encuentro y al estar rodeada y hablando con personas que quieres.  Por lo que al llegar a casa nos fuimos a dormir con un buen subidón de oxitocina y sobre las 4 de la madrugada, me levante con sensación de ganas de mear. Fue poner los pies en el suelo y caerme un montón de agua por las piernas, lo primero que pensé fue que me había meado, pero la sensación era diferente y había salido por otro agujero que no era el de hacer pis. Así que le dije a Jordi que había roto aguas. Jordi llamó a Teresa y ella le dijo que tranquilo y que nos fuéramos a dormir que iba para largo. Al ser primeriza, suele ser normal que se alargue…. Pero Guillem tenía ganas de salir y al poco rato empecé a tener dolor en los riñones bastante contínuo. A las 6 o así estaba de pie con contracciones a ratos (nunca las conté) y guardando la ropa del bebé en los cajones porque me lo había dejado para el fin de semana y estaba preocupada de que naciera y no tuviese su ropita ordenada en los cajones…. Yo digo que debió ser el síndrome del nido aunque un poco tardío. Jordi se había ido a acercar el coche a la puerta de casa por si nos teníamos que ir al hospital, era día de mercado y en la puerta no se podía aparcar así que estuvo dando vueltas y aparcó lo mas cerca que pudo. Yo solo recuerdo que iba de arriba a abajo con ropa y cogiéndome de los muebles cuando me venía una contracción pero podía estar de pie y estaba con fuerzas.

Cuando volvió Jordi dice que me preparó el desayuno pero que no comí nada, me senté en la pelota y me pasé ahí como una hora, según él con la cabeza cacha y que ya no le hacía ningún caso…entré en planeta parto. Jordi llamó a las matronas y les contó la situación y dijeron que entonces era momento de que viniesen a casa que el parto estaba en marcha. 

Cuando estás en planeta parto no haces mucho caso a lo que pasa a fuera y es así como debe ser y es mejor que no te saquen de ahí con preguntas ni con luces ni con cambios de temperatura. 

El único miedo que yo tenía era no dilatar y tener que irme al hospital, así que sobre las 9 o las 10 de la mañana, cuando llegó Sonia, la primera matrona que llegó, le pedí que me hiciera un tacto para saber si estaba dilatando….ella me dijo con una sonrisa y una voz muy dulce: «Cariño, estás ya de 2 centímetros, puedes estar tranquila». Y a partir de ahí recuerdo poco más.

Sé que montaron la piscina mientras yo estaba en la bañera con agua caliente que me daba gustito pero me dolía igual, claro, las contracciones molestan, son ondas de intensidad, te estás abriendo en canal y eso es molesto.

Sobre las 10 la piscina estaba montada y entré en el agua, siempre pensé que estar en la piscina sería mucho más calmante del dolor…pero cada onda que venía era más intensa y más dolorosa y estuve horas gritando, pidiendo que me pusieran algo y pidiendo ayuda…recuerdo que Teresa me decía que no tenía nada para ponerme y que lo estaba haciendo muy bien. Y no me acuerdo de esto pero luego me contaron que vino la policía, al parecer a mis gritos de socorro, algún vecino había avisado a la policia pensando que me estaban pegando o algo así. Sí, lo se, tengo muy buenos vecinos. 

Entre contracción y contracción creo que alguna vez casi me dormí pero ya llegó un momento que eran demasiado seguidas y se hizo duro, casi insoportable.

Y así pasaron las horas, yo iba cambiando de postura, me ponía en cuatro apoyos y me recostaba en la piscina, de una postura a la otra…recuerdo tomar algún batido o agua, algo que me prepararon las matronas que parecía que no estaban pero estaban en todo. Mi imagen mental es que yo estaba con Jordi apretándole fuerte las manos y los brazos y ellas estaban apartadas pero muy atentas. Lo único que hacían más hacia el final era auscultar los latidos cardíacos del bebé para comprobar que estuviese bien.

Hacia las 2 del medio día, Teresa me dijo que si quería salir de la piscina e irme a algún otro sitio y me fui al baño. El baño de mi casa era la habitación más pequeña, más oscura y la única sin ventana. Los animales se van a parir al lugar más oscuro y más íntimo porque el parto es algo muy íntimo y que necesita de la menor intervención posible.

Y allí sucedió el expulsivo, ya podíamos ver la cabecita del bebé asomando y las ganas de empujar eran muy fuertes, yo la ví con un espejito que me pusieron frente a la vagina. Recuerdo el aro de fuego, el momento en el que el bebé corona la cabeza y la sensación de quemazón en la zona de la vagina que estaba ya completamente dilatada. Y cuando creía que no podía más y que me iba a morir si se seguía alargando, en un empujón salío y todo el dolor se convirtió en alegría casi orgásmica al ver, oler y coger en mis brazos a mi bebé. El momento es inexplicablemente maravilloso, potente, la experiencia más fuerte que he vivido jamás en la que me sentí empoderada, valiente, segura, fuerte y capaz de todo. Y tras unos momentos de alegría con llantos de emoción y de darnos cuenta que ya estaba aquí con nosotros, vi que era un chico y exclamé: «Es un xic!«. 

Esto último no lo recuerdo pero lo tengo grabado en un vídeo que nos hicieron las matronas que grabaron durante el expulsivo y grabaron el momento del aro de fuego, a partir del aro de fuego en dos pujos más, ya salió Guillem a este otro lado de la piel y fue el momento más hermoso de nuestras vidas.

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